Charla de peluquería con Soledad Deza
Este día de frío nos encuentra con unos ricos mates para charlar con nuestra amiga y compañera de lucha Soledad Deza: tucumana, abogada feminista, litigante, activista y docente. Nos hacemos los ruleros con ella mientras rociamos con alcohol en gel el secador y pasamos revista por temas que nos importan en esta nueva charla de peluquería. Dejá todo Karen, sentate con nostoras
Por Florencia Sabaté
MXM: ¿Cómo definiría Soledad Deza a Soledad Deza?
disfruto mucho mi maternidad, la disfruté siempre. Quizás porque fue elegida, tengo hermosos recuerdos de momentos con mis hijxs en todas sus edades y sobre todo, tengo recuerdos de divertirme con ellxs y de seguir haciéndolo.
Un mundo con menos casilleros que llenar con una cruz. Con menos salidas de closet a cada trámite que necesita la vida.
Con ese caso sentí la violencia estructural de la desigualdad de género y la indignidad de ser mujer, mezclada con la desigualdad de clase y entreverada también con los poderes biomédicos que son tremendos resortes de maltrato y tortura.
Es un poco desmotivador que luego de 15 años de que la Campaña milite el fin de la penalización del aborto, el proyecto sea el secreto mejor guardado dentro del Gobierno aún para la Campaña. No se, a esa parte no termino de leerla políticamente.
La salud sexual igual, está liberada bajo un falso respeto por el federalismo a los feudos provinciales y aunque se ven avances como la declaración de «prestación esencial» de la anticoncepción y la ILE, la agenda sanitaria se desdibuja completamente con la excusa de la Pandemia.
Escuchamos a nuestras compañeras de los barrios contarnos que no acceden a métodos anticonceptivos, mucho menos a información basada en la evidencia. Entonces, es como un continum de periferia la condena de la agenda feminista.
MXM: Abolicionismo vs. Trabajo sexual ¿Por qué consideras vos que este es un debate parteaguas para el feminismo hoy?
Soledad: Uf, temón! Ojalá nadie se ofenda, pero hay una tremenda confusión entre trata y prostitución que es producto de una estrategia de gobernanza de los cuerpos a través de las políticas anti trata que ampliaron tipos penales y estigma social, pero fracasaron en modificar la realidad que buscaban interferir. Parte del posicionamiento abolicionista es coincidente con el «devenir punitivista» de algunos feminismos como dice Agustina Iglesias Shulj y del que hablan muchas otras autoras. Quizás fue Tamar Pitch quien encendió la mecha crítica feminista para problematizar desde hace tiempo la propuesta represiva como salida a los problemas de seguridad y a la violencia. Y existe una inflexibilidad notable para el diálogo que quizás es proporcional a la confusión.
Cada vez que salta una discusión en redes sociales, se activa una especie de legión de «Templarias de la Vagina» que cada vez que las Putas dicen algo, se sienten llamadas obturar la charla y crear bandos. Increible. Claro que no todas las que se posicionan como abolicionistas tienen la misma radicalización, ni reaccionan agresivamente, pero hay muchas voces radicalizadas. Se ve el maniqueísmo de dividir en «buenas» y «malas» a las personas según estén a favor o en contra del trabajo sexual, pero hay una constante inaceptable en términos feministas para mi punto de vista, esas discusiones siempre desprecian el testimonio de las trabajadoras sexuales.
El feminismo punitivista que apela al derecho penal para saldar muchas injusticias y universaliza -en el interín- la condición de víctima de todas las mujeres bajo parámetros o experiencias que no siempre son compartidas. Esta estrategia de patentar una «víctima» para visibilizar la subalternidad de género se sirve también del discurso de la violencia y es muy peligroso por varias cuestiones: por un lado, porque bajo el argumento de que nadie consentiría libremente el trabajo sexual, razona de una forma bastante blanca y hegemónica que suele olvidar las interseccionalidades y puede eludir computar múltiples explotaciones propias del neoliberalismo de nuestros días para hacer foco solamente en aquellas que tienen el mercado del sexo como eje. En segundo lugar, porque hay una negación sistemática a poner el micrófono a las trabajadoras sexuales, y eso transparenta la existencia de voces que se auto-perciben más autorizadas en base a experiencias que no vivieron pero sobre las que teorizan a propósito de los testimonios de víctimas de trata, y aún cuando su dolor -el de las víctimas de trata- nos duela, no tiene punto de comparación con la vivencia de una trabajadora sexual. A mi como abogada me tocaron trabajos que no hubiera elegido, gente con la que hubiera preferido no trabajar, no sé…no creo que ninguna relación laboral sea 100% ejercicio de la libertad. Hay un toco con el tema de explotación sexual, con complejizar la idea de deseo y trabajo, y poco se mira la variedad de explotaciones laborales que están dando vuelta naturalizadas por en nuestros entornos.
En estas discusiones que algunos sectores se ufanan en clausurar, me hace ruido una vuelta de tuerca esencialista sobre el concepto de mujer que no solamente busca identificar a los feminismos con cuerpos prolijos o puros, sino que parten de la premisa indiscutida de que la agencia moral de una persona que intercambia servicios sexuales por dinero, es incapaz de decidir. Y este coqueteo es peligroso, porque es perfeccionista y también paternalista con la sexualidad. Fijate además que en el abolicionismo coinciden discursos puritanos casi de custodia del buen uso de la vagina y de los úteros, un uso moralmente bueno quiero decir, donde la gestación por sustitución tampoco tiene cabida porque interpretan que pobreza equivale a incapacidad de decidir y niegan el altruismo que se dio ya en muchos de estos casos. Eso sin contar con que muchas de quienes se identifican con el abolicionismo son además TERF. En fin, es un tema calentito y está bueno se pueda charlar argumentos, no verdades reveladas. Obviamente que quisiéramos todas -me parece- borrar las desigualdades e injusticias del Mercado, lo que no creo es que proscribiendo vidas lleguemos a buen puerto.
Me dolió mucho ver compañeras festejando la frustración de la posibilidad de trabajo de otras, en plena pandemia, cuando bajaron los formularios. Eso no tiene ni pies, ni cabeza en términos feministas creo yo. Festejar la negación de derechos, sólo porque una porción de la sociedad no los quiere para sí o no los considera derechos.
MXM: El mes de junio recibiste el reconocimiento de la IAB por tu trayectoria en servicio a otros. A propósito de esto nos interesa saber ¿Por qué consideras importante que se piense el campo de la bioética desde un enfoque feminista?
Soledad: La bioética es una disciplina que es transversal a muchas otras, no es exclusiva de las ciencias médicas. La bioética -como disciplina social- implicó en sí misma un cambio de paradigma para los estudios que involucraban a la filosofía y la moral, porque recogió la necesidad de estudiar dilemas morales y problemas éticos de forma aplicada a conflictos o relaciones que encontraban en la salud un denominador común. Sin embargo, incluso la bioética principalista -una de las ramas más desarrolladas y con mayores adhesiones epistemológicas de esta disciplina- se presenta en la actualidad como un aparato teórico insuficiente para dar respuesta a muchos de los conflictos que se suscitan en el marco de la atención sanitaria y la investigación clínica, si es que continúa omitiendo incorporar una perspectiva de género, interdisciplinariedad, laicidad e interseccionalidad que tome en consideración que el sujeto del derecho a la salud – ese sujeto destinatario de las promesas liberales del Estado Moderno- y paciente promedio que pareciera ser la “medida” para las reglas morales que signan la libertad del consentimiento, la razón de las acciones beneficentes y los criterios de administración justa de los recursos finitos de la salud, no es ni de lejos un universal: y sólo existe -en una mínima expresión y con mucha fortuna- en contextos donde la escasez simbólica y material no se proyecta.
La vieja relación “médico-paciente”, hoy entendida de forma inter y multidiscipinar como relación sanitaria, funciona en los hechos como un tamiz biomédico de la autonomía y puede ser un escenario de decisiones libres o decisiones forzadas, según el grado de vigencia que la bioética tenga en las conductas del personal sanitario que garantiza el acceso a la salud.
Una mirada feminista visibiliza esa relación como asimétrica en términos de poder en tanto el personal de la salud -como sujeto supuesto de saber- se considera a sí mismx y es considerado por otrxs, en mejores condiciones que su paciente para la toma de decisiones sanitarias. Esta desigualdad estructural se profundiza en razón del género, de la orientación sexual, de alguna discapacidad, de la condición de migrante, de las barreras idiomáticas derivadas de la pertenencia a una etnia determinada, de la edad, del nivel educativo alcanzado, de la posición socioeconómica y de otras tantas opresiones que pueden superponerse en cada paciente para favorecer un modelo médico-hegemónico en la atención clínica que, lejos de fomentar la agencia moral de las personas, retroalimenta el paternalismo biomédico y consolida su subordinación. Cualquier análisis ético sobre esta relación sanitaria entonces, si cuenta con perspectiva de género habrá de obligar a computar esa desigualdad y a reconocerla como tal, para poder propiciar una mejor circulación de información que sea eficaz en dos sentidos: primero, para incrementar las competencias de cada paciente y fortalecer así su autonomía; y segundo, para redistribuir ese poder inequitativamente predispuesto.
Además es un campo desde donde validan dogmas muchos de los anti derechos ¿Cómo no ocuparlo?
MXM: Como abogada feminista militante por la legalización del aborto ¿Consideras que nuestro país está listo para un “Roe VS. Wade”?
Soledad:
No, creo que así como las calles nos pertenecen, los pasillos de tribunales son de los anti derechos en sus gran mayoría.
Me atribula mucho menospreciar a los conservadurismos nuevos y viejos porque nos llevan siglos de activismo en la subsistencia de este status quo. Fijáte lo que pasó con los protocolos después de FAL, fue un carnaval para la construcción de sentidos sociales, médicos y jurídicos de ilegalidaad de una prestación médica que es lícita desde hace 100 años. De hecho en Córdoba los conservadurismos inhabilitaron judicial y fácticamente 5 años el acceso a esos abortos legaes rediscutiendo el derecho a decidir a través de la judicialización conservadora del famoso Protocolo.
A mi me preocupa mucho esa confianza desproporcionada en el derecho, casi como un fetiche, ese «imperialismo» del que habla Smart y que a veces no medimos, el poder del discurso jurídico y su función auto-legitimante es muy fuerte, cala hondo en discursos. Además, antes de un litigio estratégico me gusta pensar más qué podemos perder, antes de qué podemos ganar. Imaginate con lo que está costando que se presente el proyecto en el Congreso, qué tanto se trataría o qué tan bien nos iría si saliera al revés un Roe vs. Wade. En Brasil el fallo tuvo y tiene un backlash feroz, Débora Diniz tuvo que irse, entre otras coyunturas políticas obvias.
Además, creo que la inconstitucionalidad de la penalización no tendría la misma legitimidad por nuestro sistema democrático que una ley que sea el fruto del recorrido parlamentario. Al fin y al cabo estamos reclamando un derecho, nos lo deben, debemos confiar y presionar más un debate que en las mayorías de la Corte, que nunca son tan fáciles de contar, menos en temas donde se juega una víscera tan profunda del patriarcado como es el derecho a decidir sobre el propio cuerpo.
MXM: ¿Consideras que las juventudes han tenido un giro hacia una mirada TERF?
Soledad: Sí, hay una cosita TERF en las jóvenes, no en todas, y también en algunas viejas. Creo que tiene que ver con una vuelta esencialista del feminismo de la diferencia y una relectura del feminismo radical mucho más radical. También me parece que hay muchas jóvenes que piensan equivocadamente que la «ciudadanía feminista» se ingresa como «víctima», entonces eso dificulta algunos abordajes más emancipatorios de nuestra autonomía y promueve disputas minúsculas de poder que dividien más de lo que construyen.
Es bastante contradictorio -al menos en términos feminsitas- eso de reclamar un concepto verdadero de «mujer» apelando a la posibilidad de gestar y parir biológicamente, cuando hace décadas se estudia que «mujer no se nace, se llega a serlo». Hace unos días leí una movida de ese tipo con el tema del parto y ser mujer, como una romantización con el útero que me pareció rarísima. No la entendí honestamente.
MXM: Fortalezas y debilidades del feminismo hoy
Soledad: La fuerza de construir colectivamente, de dialogar y de deponer lógicas patriarcales para unir posiciones partidarias muy distintas en orden a demandas feministas es una fortaleza. Les jóvenes militando con sus cuerpos la libertad, es otra gran fortaleza. Que no haya almuerzo donde un Raúl o una Mabel se sienta llamada o llamado a decir algo, creo que también es una fortaleza porque muestra que hay puntos de inflexión de lo políticamente incorrecto que son saludables. Eso es una gran fortaleza, que haya ciertas zonceras que ya no se escuchan, más allá de que sea por conveniencia o por convicción.
La intransigencia de algunas posiciones que buscan presentarse como indiscutibles, como verdades reveladas, como dogmas de fé, eso es una debilidad. A mi un poco me aburre la obturación y moralina de ciertos debates. Hay que poder discutirlo todo y también hay que estudiar, hay una genealogía feminista que nos trajo hasta acá, no es menor. El glitter nos hace saltar las lágrimas, pero un buen argumento también nos hace avanzar.
MXM: Una palabra que signifique “lo personal es político” para Soledad
Soledad: Libertad