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Charla de peluquería con Soledad Deza

Este día de frío nos encuentra con unos ricos mates para charlar con nuestra amiga y compañera de lucha Soledad Deza: tucumana, abogada feminista, litigante, activista y docente. Nos hacemos los ruleros con ella mientras rociamos con alcohol en gel el secador y pasamos revista por temas que nos importan en esta nueva charla de peluquería. Dejá todo Karen, sentate con nostoras

Por Florencia Sabaté

MXM: ¿Cómo definiría Soledad Deza a Soledad Deza?

Soledad: Qué buena pregunta! Calculo que como intensa, bien intensa por lo que  me dicen quienes están cerca mío en casa, en el laburo, en la militancia. Trato de que todo lo que de mi depende salga rápido. A veces me meto en más cosas de las que debiera, pero no puedo decir que no cuando me piden algo y eso vuelve algunos días eternos. No quiero que se nos pase nada y eso fija un ritmo pesadito para mi y para mis compañeras también.
Como madre creo que soy exigente, pero también trato de ser compañera, tanto como se puede serlo de hijxs de 22 y 20 años, o sea, tanto como me dejan. Ja! Pero
disfruto mucho mi maternidad, la disfruté siempre. Quizás porque fue elegida,  tengo hermosos recuerdos de momentos con mis hijxs en todas sus edades y sobre todo, tengo recuerdos de divertirme con ellxs y de seguir haciéndolo.
Me gusta mucho estar en familia, estar en casa, tengo un compañero de lujo, con quien compartimos muchos de los ideales que nos mueven para el mismo lado y nos justifican muchas charlas y birras, que siempre me banca, y con quien aprendimos a pasar el tiempo de muchas formas.
Como abogada creo trabajé en muchos campos del derecho. Trabajo desde los 19 años, siempre cerca del derecho. Trabajé haciendo la procuración cuando era estudiante, después ejercí la profesión en Estudios dedicados al Derecho Privado, trabajé en el Poder Judicial Federal haciendo proyectos de sentencia en previsional, leyes especiales y civil; y después volví a ejercer otra vez la profesión y trabajé en el Ministerio de Gobierno…Cambié muchas veces de trabajo, pero el vértigo de cambiar fue siempre un desafío, me ayudó no quedarme quieta.
Pero sin dudas lo que más disfruto del trabajo es que hace unos años pude cohesionar activismo, trabajo y amistad. Estar en Mujeres x Mujeres es lo que me permite eso, compartir con amigas las ganas de cambiar un poco nuestro mundo, para nosotras, para otres y para las que vienen.
También me define la docencia, me gusta enseñar. Creo que los cambios por los que luchamos tienen como eje la educación y las generaciones que vienen como protagonistas. Ningún mundo es más justo con más castigo penal, ni más moralina, entonces pongo mis fichas ahí y siento que hago un cambio.
En general me definiría como una persona feliz, agradecida, optimista serial, visceral en todo lo que hago, voy de frente siempre y me gusta hacer, hacer y hacer. No tengo pereza, es una gran ventaja.

MXM: ¿Cómo te imaginas un mundo no binario?
Soledad: Como un mundo más justo, más libre y más vivible.
Un mundo con menos casilleros que llenar con una cruz. Con menos salidas de closet a cada trámite que necesita la vida.
Sin tanta etiqueta, nombre y categoría.
MXM: ¿Cuándo sentís que te posicionaste como feminista?
Soledad: Creo que cuando acompañé a «María Magdalena» a denunciar las violencias que había sufrido en la atención de un aborto. Hasta ahí ya había terminado yo mi maestría de género, y aunque no lo advirtiera todavìa claramente me motivó para la elección de esos estudios de posgrado una brújula feminista.  Hasta ese momento en que tuve en frente la miseria de los roles de género y la culpa patriarcal en su peor versión, no sentí en carne propia la injusticia que significa ser mujer en esta sociedad anacrónica del norte argentino, ni la injusticia de ser además pobre, ni la necesidad de cambiarlo todo.
Recuerdo muy bien la culpa de mis privilegios frente al llanto acallado y con verguenza de «María Magdalena», no sólo legrada sin anestesia, sino acusada por sus médicas de aborto siendo una joven madre de 27 años con tres hijos -uno ya de 12 años-  y maltratada delante de su pareja y su madre.
Recuerdo a flor de piel la impotencia de la asimetría de poder con que ella miraba al Poder Judicial que ponía su dedo acusador en su vida para hurgarla y castigarla. La recuerdo mansa, en ningún momento enojada y eso me conmovía aún más, ver encarnada la opresión histórica que inmoviliza y evita aún la reacción más básica, la de defenderse. Ese caso me llevó un poco de corazón además de muchas noches de desvelo.
Con ese caso sentí la violencia estructural de la desigualdad de género y la indignidad de ser mujer, mezclada con la desigualdad de clase y entreverada también con los poderes biomédicos que son tremendos resortes de maltrato y tortura.
Creo que ahí me posicioné política e internamente como feminista. Empecé a ir a las marchas. Me sumé a Católicas por el Derecho a Decidir, a la Campaña Nacional por el Aborto Legal y comencé a activar más de cerca en el Movimiento de Mujeres para poner un granito de arena en liberar estos cuerpos sexuados por los que nos notan y a través de los cuales nos connota permanentemente el Patriarcado.
MXM: En este contexto de pandemia se ha procrastinado el debate de aborto aparte de la legalización de esta práctica, ¿Qué opinás de la falta de decisión política en ingresar en la agenda parlamentaria la discusión?
Soledad: Me parece que el tema del aborto está injustamente procastinado. Entiendo la trastienda política del momento y la coyuntura, quizás no están los votos y por eso no quieren sacar a pista la discusión. Ahora, ¿Qué nos asegura que el año que viene -que es un año electoral- los votos estarán y será el momento propicio? Yo siento algo de desilusión en estos momentos, la agenda feminista siempre termina siendo periférica de todos los gobiernos y nuestras urgencias terminan siendo desdibujadas por otras. Nadie niega la urgencia epidemiológica que supone para cualquier agenda política la pandemia tanto en nuestro país, en la región y en el mundo. Pero me atribula un poco que la urgencia de la libertad sexual no sea computada y pase a un segundo plano. Otro tema que fastidia es que nadie conoce el texto del proyecto.
Es un poco desmotivador que luego de 15 años de que la Campaña milite el fin de la penalización del aborto, el proyecto sea el secreto mejor guardado dentro del Gobierno aún para la Campaña. No se, a esa parte no termino de leerla políticamente.
Igual me parece que hay otras cosas que se pueden ir haciendo mientras para apuntalar la libertad sexual. Hay que hacer fuerte hincapié en la educación. Los patrones culturales que soportan la desigualdad de género, que apuntalan un orden sexual jerárquico y que propician la violencia de género no se remueven con figuras penales, sino con educación. Creo que la educación sexual integral (la ESI) es central y debiera ser ese el eje transversal desde donde se articulen inter-ministerialmente nuevos horizontes a lo largo y a lo ancho del país. La ESI es intermitente en su implementaciòn y es la piedra de toque que disputan los conservadurismos religiosos en todas las provincias.
La salud sexual igual, está liberada bajo un falso respeto por el federalismo a los feudos provinciales y aunque se ven avances como la declaración de «prestación esencial» de la anticoncepción y la ILE, la agenda sanitaria se desdibuja completamente con la excusa de la Pandemia.
Vuelta a lo mismo, lo epidemiológico no puede obturar una visión más macro que visibilice que en enero o febrero habrá una explosión de embarazos no intencionales a consecuencia de las violencias propias del confinamiento y de que en por más prestaciones esenciales que la Dirección de Salud Sexual y Reproductiva haya dicho que son el acceso a la anticoncepción y a la interrupción legal de embrazo, eso no impactó en la agenda sanitaria.
Escuchamos a nuestras compañeras de los barrios contarnos que no acceden a métodos anticonceptivos, mucho menos a información basada en la evidencia. Entonces, es como un continum de periferia la condena de la agenda feminista.
Y si bien el cuidado está posicionado fuertemente en la agenda política del gobierno, la salud sexual desde la infancia temprana, creo que debiera ser una prioridad. Es lo único que permitirá fortalecer el auto-gobierno real de los cuerpos, la identidad auto-percibida y la libertad en condiciones de igualdad.

MXM:  Abolicionismo vs. Trabajo sexual ¿Por qué consideras vos que este es un debate parteaguas para el feminismo hoy?

Soledad: Uf, temón! Ojalá nadie se ofenda, pero hay una tremenda confusión entre trata y prostitución que es producto de una estrategia de gobernanza de los cuerpos a través de las políticas anti trata que ampliaron tipos penales y estigma social, pero fracasaron en modificar la realidad que buscaban interferir. Parte del posicionamiento abolicionista es coincidente con el «devenir punitivista» de algunos feminismos como dice Agustina Iglesias Shulj y del que hablan muchas otras autoras. Quizás fue Tamar Pitch quien encendió la mecha crítica feminista para problematizar desde hace tiempo la propuesta represiva como salida a los problemas de seguridad y a la violencia. Y existe una inflexibilidad notable para el diálogo que quizás es proporcional a la confusión.

Cada vez que salta una discusión en redes sociales, se activa una especie de legión de «Templarias de la Vagina» que cada vez que las Putas dicen algo, se sienten llamadas obturar la charla y crear bandos. Increible. Claro que no todas las que se posicionan como abolicionistas tienen la misma radicalización, ni reaccionan agresivamente, pero hay muchas voces radicalizadas. Se ve el maniqueísmo de dividir en «buenas» y «malas» a las personas según estén a favor o en contra del trabajo sexual, pero hay una constante inaceptable en términos feministas para mi punto de vista, esas discusiones siempre desprecian el testimonio de las trabajadoras sexuales.

El feminismo punitivista que apela al derecho penal para saldar muchas injusticias y universaliza -en el interín- la condición de víctima de todas las mujeres bajo parámetros o experiencias que no siempre son compartidas. Esta estrategia de patentar una «víctima» para visibilizar la subalternidad de género se sirve también del discurso de la violencia y es muy peligroso por varias cuestiones: por un lado, porque bajo el argumento de que nadie consentiría libremente el trabajo sexual, razona de una forma bastante blanca y hegemónica que suele olvidar las interseccionalidades y puede eludir computar múltiples explotaciones propias del neoliberalismo de nuestros días  para hacer foco solamente en aquellas que tienen el mercado del sexo como eje. En segundo lugar, porque hay una negación sistemática a poner el micrófono a las trabajadoras sexuales, y eso transparenta la existencia de voces que se auto-perciben más autorizadas en base a experiencias que no vivieron pero sobre las que teorizan a propósito de los testimonios de víctimas de trata, y aún cuando su dolor -el de las víctimas de trata- nos duela, no tiene punto de comparación con la vivencia de una trabajadora sexual. A mi como abogada me tocaron trabajos que no hubiera elegido, gente con la que hubiera preferido no trabajar, no sé…no creo que ninguna relación laboral sea 100% ejercicio de la libertad.  Hay un toco con el tema de explotación sexual, con complejizar la idea de deseo y trabajo, y poco se mira la variedad de explotaciones laborales que están dando vuelta naturalizadas por en nuestros entornos.

En estas discusiones que algunos sectores se ufanan en clausurar, me hace ruido una vuelta de tuerca esencialista sobre el concepto de mujer que no solamente busca identificar a los feminismos con cuerpos prolijos o puros, sino que parten de la premisa indiscutida de que la agencia moral de una persona que intercambia servicios sexuales por dinero, es incapaz de decidir.  Y este coqueteo es peligroso, porque es perfeccionista y también paternalista con la sexualidad. Fijate además que en el abolicionismo coinciden discursos puritanos casi de custodia del buen uso de la vagina y de los úteros, un uso moralmente bueno quiero decir, donde la gestación por sustitución tampoco tiene cabida porque interpretan que pobreza equivale a incapacidad de decidir y niegan el altruismo que se dio ya en muchos de estos casos. Eso sin contar con que muchas de quienes se identifican con el abolicionismo son además TERF. En fin, es un tema calentito y está bueno se pueda charlar argumentos, no verdades reveladas. Obviamente que quisiéramos todas -me parece- borrar las desigualdades e injusticias del Mercado, lo que no creo es que proscribiendo vidas lleguemos a buen puerto. 

Me dolió mucho ver compañeras festejando la frustración de la posibilidad de trabajo de otras, en plena pandemia, cuando bajaron los formularios. Eso no tiene ni pies, ni cabeza en términos feministas creo yo. Festejar la negación de derechos, sólo porque una porción de la sociedad no los quiere para sí o no los considera derechos.

MXM: El mes de junio recibiste el reconocimiento de la IAB por tu trayectoria en servicio a otros. A propósito de esto nos interesa saber ¿Por qué consideras importante que se piense el campo de la bioética desde un enfoque feminista?

Soledad: La bioética es una disciplina que es transversal a muchas otras, no es  exclusiva de las ciencias médicas. La bioética -como disciplina social- implicó en sí misma un cambio de paradigma para los estudios que involucraban a la filosofía y la moral, porque recogió la necesidad de estudiar dilemas morales y problemas éticos de forma aplicada a conflictos o relaciones que encontraban en la salud un denominador común. Sin embargo, incluso la bioética principalista -una de las ramas más desarrolladas y con mayores adhesiones epistemológicas de esta disciplina- se presenta en la actualidad como un aparato teórico insuficiente para dar respuesta a muchos de los conflictos que se suscitan en el marco de la atención sanitaria y la investigación clínica, si es que continúa omitiendo incorporar una perspectiva de género, interdisciplinariedad, laicidad e interseccionalidad que tome en consideración que el sujeto del derecho a la salud – ese sujeto destinatario de las promesas liberales del Estado Moderno- y paciente promedio que pareciera ser la “medida” para las reglas morales que signan la libertad del consentimiento, la razón de las acciones beneficentes y los criterios de administración justa de los recursos finitos  de la salud,  no es ni de lejos un universal: y sólo existe -en una mínima expresión y con mucha fortuna- en contextos donde la escasez simbólica y material no se proyecta.

La vieja relación “médico-paciente”, hoy entendida de forma inter y multidiscipinar como relación sanitaria, funciona en los hechos como un tamiz biomédico de la autonomía y puede ser un escenario de decisiones libres o decisiones forzadas, según el grado de vigencia que la bioética tenga en las conductas del personal sanitario que garantiza el acceso a la salud.

Una mirada feminista visibiliza esa relación como asimétrica en términos de poder en tanto el personal de la salud -como sujeto supuesto de saber- se considera a sí mismx y es considerado por otrxs, en mejores condiciones que su paciente para la toma de decisiones sanitarias. Esta desigualdad estructural se profundiza en razón del género, de la orientación sexual, de alguna discapacidad, de la condición de migrante, de las barreras idiomáticas derivadas de la pertenencia a una etnia determinada, de la edad, del nivel educativo alcanzado, de la posición socioeconómica y de otras tantas opresiones que pueden superponerse en cada paciente para favorecer un modelo médico-hegemónico en la atención clínica que, lejos de fomentar la agencia moral de las personas, retroalimenta el paternalismo biomédico y consolida su subordinación. Cualquier análisis ético sobre esta relación sanitaria entonces, si cuenta con perspectiva de género habrá de obligar a computar esa desigualdad y a reconocerla como tal, para poder propiciar una mejor circulación de información que sea eficaz en dos sentidos: primero, para incrementar las competencias de cada paciente y fortalecer así su autonomía; y segundo, para redistribuir ese poder inequitativamente predispuesto.

Además es un campo desde donde validan dogmas muchos de los anti derechos ¿Cómo no ocuparlo?

MXM: Como abogada feminista militante por la legalización del aborto ¿Consideras que nuestro país está listo para un “Roe VS. Wade”?

Soledad:

No, creo que así como las calles nos pertenecen, los pasillos de tribunales son de los anti derechos en sus gran mayoría.

Me atribula mucho menospreciar a los conservadurismos nuevos y viejos porque nos llevan siglos de activismo en la subsistencia de este status quo. Fijáte lo que pasó con los protocolos después de FAL, fue un carnaval para la construcción de sentidos sociales, médicos y jurídicos de ilegalidaad de una prestación médica que es lícita desde hace 100 años. De hecho en Córdoba los conservadurismos inhabilitaron judicial y fácticamente 5 años el acceso a esos abortos legaes rediscutiendo el derecho a decidir a través de la judicialización conservadora del famoso Protocolo.

A mi me preocupa mucho esa confianza desproporcionada en el derecho, casi como un fetiche, ese «imperialismo»  del que habla Smart y que a veces no medimos, el poder del discurso jurídico y su función auto-legitimante es muy fuerte, cala hondo en discursos. Además, antes de un litigio estratégico me gusta pensar más qué podemos perder, antes de qué podemos ganar. Imaginate con lo que está costando que se presente el proyecto en el Congreso, qué tanto se trataría o qué tan bien nos iría si saliera al revés un Roe vs. Wade. En Brasil el fallo tuvo y tiene un backlash feroz, Débora Diniz tuvo que irse, entre otras coyunturas políticas obvias.

Además, creo que la inconstitucionalidad de la penalización no tendría la misma legitimidad por nuestro sistema democrático que una ley que sea el fruto del recorrido parlamentario. Al fin y al cabo estamos reclamando un derecho, nos lo deben, debemos confiar y presionar más un debate que en las mayorías de la Corte, que nunca son tan fáciles de contar, menos en temas donde se juega una víscera tan profunda del patriarcado como es el derecho a decidir sobre el propio cuerpo.

MXM: ¿Consideras que las juventudes han tenido un giro hacia una mirada TERF?

Soledad: Sí, hay una cosita TERF en las jóvenes, no en todas, y también en algunas viejas. Creo que tiene que ver con una vuelta esencialista del feminismo de la diferencia y una relectura del feminismo radical mucho más radical.  También me parece que hay muchas jóvenes que piensan equivocadamente que la «ciudadanía feminista» se ingresa como «víctima», entonces eso dificulta algunos abordajes más emancipatorios de nuestra autonomía y promueve disputas minúsculas de poder que dividien más de lo que construyen.

Es bastante contradictorio -al menos en términos feminsitas- eso de reclamar un concepto verdadero de «mujer» apelando a la posibilidad de gestar y parir biológicamente, cuando hace décadas se estudia que «mujer no se nace, se llega a serlo». Hace unos días leí una movida de ese tipo con el tema del parto y ser mujer, como una romantización con el útero que me pareció rarísima. No la entendí honestamente.

MXM: Fortalezas y debilidades del feminismo hoy

Soledad: La fuerza de construir colectivamente, de dialogar y de deponer lógicas patriarcales para unir posiciones partidarias muy distintas en orden a demandas feministas es una fortaleza. Les jóvenes militando con sus cuerpos la libertad, es otra gran fortaleza. Que no haya almuerzo donde un Raúl o una Mabel se sienta llamada o llamado a decir algo, creo que también es una fortaleza porque muestra que hay puntos de inflexión de lo políticamente incorrecto que son saludables. Eso es una gran fortaleza, que haya ciertas zonceras que ya no se escuchan, más allá de que sea por conveniencia o por convicción.

La intransigencia de algunas posiciones que buscan presentarse como indiscutibles, como verdades reveladas, como dogmas de fé, eso es una debilidad. A mi un poco me aburre la obturación y moralina de ciertos debates. Hay que poder discutirlo todo y también hay que estudiar, hay una genealogía feminista que nos trajo hasta acá, no es menor. El glitter nos hace saltar las lágrimas, pero un buen argumento también nos hace avanzar.

MXM: Una palabra que signifique “lo personal es político” para Soledad   

Soledad: Libertad