Feminismo en alta montaña: Chuscha y Potreros
El jueves 22 de septiembre nos dirigimos en el marco de una articulación estratégica con la Federación Argentina de Medicina General a dar talleres en las localidades de Potreros y Chuscha, ubicadas en lo que se conoce como «Alta Montaña».
A las siete de la mañana la ruta 9, semivacía, era el escenario perfecto para el comienzo de una jornada que cambiaría radicalmente el modo de ver la realidad feminista urbano que tenemos. Leandro Barrionuevo, el profesor de la escuela, contó antes de llegar sobre las dificultades de la educación en oficios para estas poblaciones tan postergadas en nuestra sociedad.
Los chuschagastas fueron un grupo que habría habitado en las cercanías de la actual localidad de Tolombón, en la provincia de Salta. Después de haber resistido durante ciento treinta años el cerco colonial, en 1657 estuvieron presentes en la junta que organizó Pedro Bohórquez entre caciques vallistos y españoles, entonces representados por su cacique, Gonzalo Tocelaqui. En el padrón que se registró se contabilizó una población total de trescientas personas, entre ellas sesenta guerreros. Tras la desnaturalización, fueron encomendados y trasladados, junto a tolombones y colalaos, al valle de Choromoros –actual departamento de Trancas, provincia de Tucumán– desde donde tenían acceso a sus antiguas tierras a través de una serie de abras y pasos de las cumbres Calchaquíes, que separan ambos valles. Al igual que ocurrió con amaichas y tafíes, la cercanía de los reasentamientos y la relativa frecuencia de los retornos a los antiguos espacios de ocupación permiten pensar en nuevas formas de resistencia que estos grupos –de mayor complejidad sociopolítica en momentos prehispánicos– habrían puesto en marcha luego del traslado.
Florencia, una de nuestras jóvenes, imbuida ya de la historia del pueblo en la montaña se adentraba hacia pagos para ella ignotos con la convicción de que era ahí donde teníamos, como feministas, que incidir.
Cuando llegó entendió que estaba frente a mujeres emprendedoras que buscaban herramientas para ampliar sus microemprendimientos de marroquinerías y así colaborar a sostener su economía familiar. Florencia comprendió que había salido del claustro académico y que eran otras las herramientas pedagógicas a emplear para brindar herramientas para fortalecer los derechos de esas mujeres.
Se dedicó a escuchar, a aprender de ellas y de su forma de producir. Escuchó sus historias y sus creencias. Observó la delicadeza de los bordados y la fuerza con la que manipulaban las maquinas. Hasta que, en eso de estar, la confianza ya era suficiente como para arrancar.
Fui a dar un taller de fotografía pero también llevé nuestros insumos. Me pareció valioso que, con el pretexto de vender un producto desconocido desde lo visual, tengan en sus manos una herramienta que les diga expresamente cuáles son sus derechos
Florencia, Comunicación MxM
Una vez que tuvieron la cartilla de «Violencias Invisibles» y «Alerta ESI» en sus manos el debate, en murmullos, comenzó. Descubrieron que existían otras violencias que no se agotan en el golpe o la manipulación. Conocieron muchos métodos anticonceptivos. Entendieron que las creencias ancestrales y la ESI no van por caminos separados.
Luego compartimos un hermoso almuerzo con el Dr. Víctor Orellana (FAMG) y otres profesionales de la salud del CAPS de Potreros. Agradecemos a Víctor y a Leandro por facilitar este espacio de articulación feminista tan importante.