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Premio IAB por «Servicio a otros» a Soledad Deza

Nuestra compañera y presidenta de esta Fundación Soledad Deza, fue reconocida el pasado 21 de junio por la International Association of Bioethics con el premio "Servicio a otros" por su labor en promoción de los derechos de las mujeres y su activismo feminista "excepcional".

Por MujeresXMujeres

 

Discurso de Aceptación 

Agradezco a la IAB este premio. Es un orgullo recibir una distinción por “servicio a otros” porque el accionar feminista recicla los escollos en el camino de ampliación de derechos así: ayudando a otras.

Mi trabajo como abogada, como docente, como investigadora y como activista de los derechos humanos de las mujeres se ha enfocado en remover obstáculos para el acceso a la salud y a la justicia. Por estudie la objeción de conciencia, una herramienta noble, nacida para proteger minorías atribuladas que en el juego de mayorías, podrían ver arrasada su posición y que ahora, lamentablemente, es usada de forma inmoral en nuestra Región.

Digo que su uso es inmoral porque frente a los derechos sexuales y reproductivos en general, y al aborto en particular, la objeción de conciencia dejó de ser una herramienta minorías para ser una herramienta de mayorías. Mayorías cuantitativas, si tenemos en cuenta la fuerte presencia cristiana en nuestras sociedades y mayorías cualitativas, porque es la parte fuerte de la relación sanitaria quien la esgrime como carta de triunfo frente a la mujer que pide un aborto.

También se usa indebidamente en forma institucional y aún en los casos donde es ejercida personalmente, la falta de control estatal le permite a los objetores vaciar de contenido políticas públicas como la de educación sexual, anticoncepción o aborto.

Es la nueva estrategia política de los viejos fundamentalismos. Aquellos mismos que con el advenimiento de las democracias en América Latina corrieron el eje de la discusión política de legalización del aborto desde el campo de la autonomía al campo del “inicio de la vida” para poder utilizar el discurso de los derechos humanos en contra de la agencia moral de una mujer.

Posiblemente, el desafío más peligroso a la autonomía que enfrentan quienes buscan acceder a un aborto en condiciones de calidad y cuidado, es la objeción de conciencia encubierta. Aquella que no se muestra transparente a través de la negativa de una prestación sanitaria, sino que se expresa cuando el personal de salud brinda información falsa, oculta alternativas terapéuticas lícitas, pide autorización judicial cuando no es necesario, exige consentimientos ajenos para la toma de decisiones reproductiva o viola la confidencialidad para incidir en una decisión libre.

La relación sanitaria es asimétrica en términos de poder y es imprescindible una bioética laica, intercultural, interdisciplinaria y feminista para asegurar un marco de justicia reproductiva donde la autonomía y la libertad puedan más que derechos para teorizar.

Una bioética laica implica un punto de vista respetuoso pero crítico de las religiones como única fuente de legitimación de los valores. La laicidad es un compromiso político con la democracia y el pluralismo cultural que no se agota en la tolerancia, sino el respeto real de la libertad de todas las personas para diseñar su plan de vida por fuera de todo perfeccionismo, sea secular o religioso.

Una bioética intercultural considera a las usuarias y usuarios en sus propios contextos, con sus propias experiencias y sus propios sentires, y reconoce la colonialidad con que se han subtitulado muchas vidas y la importancia de recuperar en ellas, otras miradas que importan. Quizás la histórica desventaja del Sur siempre asediado por los conservadurismos religiosos pueda ahora enseñar cómo resistir estos embates en el Norte, donde aires fundamentalistas hacen crujir consensos que parecían intocables.

Una bioética interdisciplinaria habilita diálogos honestos entre las humanidades y las ciencias para profundizar libertades, nunca desigualdades. La salud como derecho humano precisa principios que tomen nota de las diferencias reales que provocan la pobreza y el racismo en la distribución de los bienes y el acceso a los recursos para que la interseccionalidad en el diseño de las políticas públicas sea un imperativo, no solamente un enfoque.

Y urge también una bioética feminista que se aleje de la neutralidad de las construcciones teóricas del principio de autonomía, apoyado en libertades históricamente negadas a las mujeres y razonado sin perspectiva de género en base a un sujeto universal masculino blanco, de clase media, propietario, profesional, heterosexual, sin restricciones en sus capacidades y preferentemente, religioso.

Porque no hay autonomía posible si omitimos computar que el orden social sexual que nos organiza jerárquicamente como sociedades en Occidente y Oriente, en el Norte y en el Sur, es Patriarcal y se retroalimenta con auxilio de la economía, la política, el derecho, los saberes biomédicos, la religión y la cultura. Por eso también necesitamos más feministas estudiando, escribiendo y pensando como volver menos elitista a la bioética.

Agradezco a la IAB este premio en nombre de todas las mujeres que en América Latina militan con sus propios cuerpos la violencia de las restricciones biomédicas  perfeccionistas a la autonomía y que militan con sus propias vidas la objeción religiosa de su libertad sexual.

Y dedico este premio a todas las compañeras que en cada rincón de nuestra región,  trabajamos en contextos adversos para el final del gobierno patriarcal de los cuerpos de las mujeres, lesbianas, travestis, trans y personas no binarias.